“La espera”, de María Reznik.
Hace algo más de dos años, y tras
haber leído numerosas recomendaciones de otros usuarios, me decidí a empezar un
relato llamado “El avión de juguete” que estaba siendo publicado por capítulos
por una desconocida autora llamada María Reznik. Enseguida llamó mi atención
por su forma fresca y descarada de escribir, e hizo la espera del siguiente
capítulo un suplicio, y el terminar el noveno y último me provocó una especie
de vacío.
Tuve la suerte de entablar cierto
contacto con la autora, y llegar a conocer los autores por los que se sentía
influenciada, y que en cierta manera salen a relucir en las páginas escritas
por ella. También fueron bien recibidos otros relatos escritos por María,
aunque lo que más ilusión me provocó fue el conocer que había decidido publicar
su primera novela.
Se trataba de “La espera”, en la que la joven Sara se dirige a la
estación de tren en espera de Yoshiro, de la que está enamorada. En dicho
escenario Sara conoce a Vida, una anciana que también está sufriendo una
espera, en este caso de su hermana en el mismo tren que ha tomado Yoshiro. A
partir de ahí se diluye la línea de la realidad, y la duda comienza a inundarlo
todo, convirtiendo la lectura en un rompecabezas que con dificultad vamos
completando.
Es una lectura que no se puede
abandonar, que se lee sin parar, y gracias al corto número de páginas (162),
probablemente en una sola tarde. Es un libro en el que la autora derrocha
talento (aunque también cierta comprensible falta de oficio), y cuya lectura
conseguirá agradar a la mayoría de los lectores. El hecho de ser yo de los
primeros en disfrutar de la lectura del libro (en una copia flamantemente
dedicada por la autora), y el haber deseado su publicación desde el primer
momento, hace que tenga un sitio privilegiado en mi estantería.
Ahora viene la parte triste de la
historia, y es que la autora, supongo que descorazonada por la dificultad de
irrumpir en el mundo editorial, decidió abandonar su alias de María Reznik, y
dedicar su talento a otros menesteres. Desde aquí mando un deseo, que no es
otro que te vaya todo bien, Rosa, y que puedas volver a dedicar tu tiempo a ese
maravilloso don que posees…