Nos encontramos en los años
cuarenta, y Madrid todavía es una ciudad aturdida por una guerra que destrozó
los cimientos de sus barrios y convirtió a sus habitantes en sufridos
supervivientes. La escasez de todo tipo de productos que llevan años
arrastrando pone en una situación precaria a la mayoría de los ciudadanos, que
han de sobrellevar como pueden el día a día que les ha tocado vivir.
En este entorno nos invita a
vivir la autora madrileña (aunque criada en la capital aragonesa) Paloma
Sánchez-Garnica, concretamente en el número 10 de la castiza Plaza del Ángel.
En dicho edificio conoceremos la historia de dos familias: los Figueroa y los
Montejano. Ambos hombres y cabezas de familia (Rafael y Antonio) son amigos
íntimos y disfrutan de una acomodada situación que les permite codearse con lo
más granado de la sociedad de la época.
Sin embargo, tras un oscuro
incidente, Antonio es encarcelado. Desde ese momento comienza un calvario para
su familia: su hija adolescente Elena y su esposa Marta Ribas, una culta e inteligente
mujer que sufre la gradual pérdida de estatus desde el momento del
encarcelamiento de su marido. Aún tras haber sido liberado, la presión social
hace que la familia inicie una línea descendente que amenaza con dejarlos en la
más absoluta de las miserias.
Por si fuera poco, Antonio cae
gravemente enfermo, con lo que Marta ha de tomar las riendas de la casa para
poder alimentar a su familia. La
terrible oposición de una sociedad brutalmente machista hace que Marta haya de
enfrentarse a toda clase de situaciones desagradables, murmuraciones, e
insinuaciones malintencionadas. Incluso ha de esmerarse en poner coto a sus
capacidades para que su marido no sienta la humillación que por aquel entonces
suponía que un hombre viviese del trabajo de una mujer.
Marta es nuestro personaje
principal. Con ella sufriremos y nos esperanzaremos. Con ella sentiremos rabia
e impotencia, miedo y desolación. Con ella desgranaremos los puntos débiles de
una sociedad que tenía que sobrevivir entre miserias y picardía de los más
avispados. Con ella veremos cómo los escrúpulos son sacrificados cuando hay
unas monedas en juego.
Sin embargo, como suele suceder
en las novelas de Paloma, los personajes que acompañan a la protagonista tienen
una importante relevancia. Cada uno de ellos está perfectamente perfilado, y
probablemente cada lector tome partido por uno u otro, y puedan llegar a
sentirse identificados con uno en concreto. Entre tanta variedad yo encontré
algunos que serán difíciles de olvidar.
En cuanto a la historia (o mejor
sería decir las decenas de historias) que nos vamos a encontrar en las casi 900
páginas del libro (no te asustes y sigue leyendo) nos son presentadas todas y
cada una de ellas como pinceladas que van mostrándonos poco a poco una acertada
e interesante imagen de las costumbres y del comportamiento social de la época.
El (sospechamos) esmerado trabajo
de documentación de la autora nos ofrece una muy visual ambientación de la
posguerra española, aunque procura acertadamente no entrar a valorar aspectos
políticos de la misma. Dicha ambientación fue aprovechada por Televisión
Española para ofrecernos su producto estrella en el otoño del año 2016, que fue
una serie homónima que cosechó un importante y merecido éxito. Con ello, el
nombre de la autora ocupó por fin el lugar que estaba mereciendo desde hace ya
tiempo.
Ahora, si me permitís, intentaré
expresar lo que me ofreció la lectura de “La sonata del silencio”. Como dije en
las anteriores líneas, el argumento se nutre de decenas de historias (algunas
con mayor importancia que otras) que nos llevan literalmente a devorar páginas
hasta lamentar que el número final se quede en tan solo tres cifras. Pero,
sinceramente, creo que la historia no es la mayor de sus virtudes.
Y es que, a mi modo de ver, la ya
conocida gran dosis de sensibilidad que la autora imprime a sus obras adquiere aquí
su mayor dimensión. Hubiese resultado para mí imposible no haberme emocionado
en decenas de ocasiones con Marta, Roberta, Elena, Hanno, Fabio…. Una gran
cantidad de momentos inolvidables que ya forman parte de mí.
Siendo la tercera obra que tengo
la fortuna de disfrutar de Sánchez-Garnica, es incluso más intensa esa
sensación que me embargó en las anteriores de inmediata familiaridad, esa manera
de sentirme cómodo al leer en cuanto me decido a comenzarlo. Soy consciente de
que probablemente habrás leído muchas opiniones favorables sobre “La sonata del
silencio” y puedes temer, al igual que yo lo hice, sentir una especie de
decepción. En mi caso, lejos de sufrir una decepción, superó con creces mi expectativas,
y deja en mí un recuerdo que estoy seguro será imborrable por lo que representa
para mí y por algunas frases que se han
grabado en mi memoria.
Si conoces a la autora, seguro
que ya has leído este libro. Si todavía no has leído ninguno de sus libros, has
de saber que te estás perdiendo una lectura con una emotividad difícil de
olvidar, y que a mí me llevó a que “La sonata del silencio” sea un libro muy
especial en todos los aspectos.