sábado, 24 de septiembre de 2016

"El principito", de Antoine de Saint-Exupéry

Un piloto de aeronave sufre una avería en el desierto del Sahara,  y por ello ha de centrar todos sus esfuerzos en reparar el único medio que le puede evitar el perecer en un medio tan hostil. Tras varios días intentándolo recibe la visita de un pequeño personaje que pronto sabremos que procede de un pequeño planeta (el asteroide B-612) en el que tan solo tenía la compañía de tres volcanes que no alcanzan la altura de su rodilla y una flor que peca de ser caprichosa. Así conocemos a “El principito”, un entrañable e inolvidable personaje de un libro que, disfrazado de lectura infantil, hará que cada uno de nosotros reflexione sobre conceptos atemporales.

A través de las poquísimas páginas de este texto asistiremos al éxodo del pequeño personaje en el que saltará de planeta en planeta intentando mitigar su soledad; en su fantasioso y particular periplo tendremos la oportunidad de conocer a una serie de simbólicos personajes (cada uno de ellos en un planeta diferente) como serán un rey que da órdenes que pueden ser cumplidas, un hombre vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero y un geógrafo. El siguiente viaje lo trae a nuestro planeta y en su búsqueda de escapar a la soledad entabla amistad con una serpiente, un zorro y el propio aviador.

Probablemente todos los que estáis leyendo estas líneas ya conocíais el argumento de sobra, y probablemente todos y cada uno de vosotros habéis leído ya “El principito”, por lo que aportar algo al redactar una reseña sobre este libro puede resultar bastante complicado. Estamos ante un libro clásico que se lee por primera vez en la infancia, y de hecho está catalogado como un libro infantil. Sin embargo, creo que este libro se trata de mucho más que de un cuento para niños (o adultos).

Como el propio narrador (con inconfundibles puntos en común con el peculiar autor) nos señala, los mayores por regla común no serán capaces de observar las cosas con la simplicidad con la que las veían de niños, así que mientras leemos hemos de adoptar una actitud diferente a la habitual. Tal vez sea arriesgado definir de una sola manera el significado del libro, pero entre las lecturas que se pueden hacer, yo me quedo con aquélla en la que el adulto (el aviador) reflexiona interiormente y vuelve a ver cada uno de los pasos que lo llevaron a ser lo que es desde el prisma infantil (principito) y nos expone de una manera singularmente bella los peligros a evitar durante la formación de la personalidad (cada uno de los planetas visitados representa uno de esos peligros y los símbolos de la soberbia, avaricia, etc. son representados por los personajes que lo habitan).

Con cada lectura de este precioso texto (acompañado habitualmente con las ilustraciones realizadas por el propio Antoine de Saint-Exupéry y en algunos casos por otras similares y también acertadas) realizamos un inigualable viaje hacia nuestro interior, con los singulares colores que la visión infantil nos proporciona, y nos es más sencillo recordar que lo que realmente importa en esta vida y en este mundo que (quizás) vive una deriva de pérdida de valores y que (quizás) peque también de ser un tanto superficial está en nuestro interior. Es, en resumen, un hermoso encuentro entre el adulto (“Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente”) y su propio yo. Espero que hayas encontrado ya esa conversación que puedes mantener con tu interior, porque es lo más hermoso que se puede vivir.


“El principito” es uno de los libros más leídos, y yo me atrevería a permitirme aconsejarte que lo vuelvas a leer, y que instes a tus allegados a que lo hagan también. Es uno de esos libros que ha de leerse durante la infancia (regálaselo a tus hijos, sobrinos o nietos), durante la adolescencia, y también en nuestra etapa como adultos para hacer que sea posible vernos de vez en cuando desde la perspectiva del asteroide B-512 y que seamos capaces también de abrir nuestra mente para ver el famoso elefante en el interior de la boa. También encontrarás algunas de las citas que alegran nuestro día a día, en la que tal vez la más representativa de lo que vas a encontrar en el texto sea “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”