jueves, 4 de agosto de 2016

"Manhattan Transfer", de John Dos Passos

A principios del Siglo XX la ciudad de Nueva York es prácticamente el centro del mundo, el lugar al que personas de toda condición y de toda nacionalidad quiere acudir a comenzar una nueva y esperanzadora vida. La estación ferroviaria Manhattan Transfer es el enlace que lleva a los viajeros desde la ciudad de Nueva Jersey a la “tierra prometida”. También sirve como metáfora de lo que el autor nos entrega en las páginas de este libro, entre las que encontraremos (como en una estación) multitud de personajes que tienen mayor o menor trascendencia en la narración.

Y es que en “Manhattan Transfer” se respira el auge de una ciudad hambrienta, con ansias de crecer y convertirse en el faro del capitalismo a nivel mundial, aún a sabiendas de que por el camino ese hambre devorará sin piedad muchas ilusiones, muchos sueños y con ellos a muchos seres humanos. Una época tan lejana y al mismo tiempo tan vigente es dibujada por el autor estadounidense de ascendencia portuguesa de una forma que en su momento resultó impactante, y en cierto modo aportó ideas narrativas que fueron implementadas por multitud de autores desde entonces.


Como decíamos al principio, en este libro veremos multitud de personajes, la mayoría de los cuales son simples recortes que ocupan una mínima parte del “collage” en el que se convierte el libro. Y es que la novedosa técnica narrativa empleada por Dos Passos consigue crear una sensación de avance vertiginoso saltando de uno a otro personaje, incluyendo recortes de prensa e integrando visiones de escenas cotidianas que nos sitúan en el día a día de la ciudad.

De entre todos los personajes que pueblan la ciudad, sus calles y sus locales  (muchos de los cuales olvidaremos en dos páginas) cabría destacar al menos a dos de ellos, que hacen al menos mínimamente (y de forma frágil) que el lector sienta cierta continuidad en la narración, o al menos esos personajes resultan ser una especie de guía en medio de la vorágine narrativa. Se trata de Ellen Thatcher, una joven (al principio de la historia que nos ocupa) actriz de Broadway con un futuro prometedor y que, sin embargo, nunca consigue la felicidad, lastrada incluso durante sus tres matrimonios por el amor que sentía hacia el incorregible Stan. También sirve de hilo conductor la vida de Jimmy Herf, heredero de una adinerada familia que pierde continuamente su lugar en el mundo. Jimmy  la mayor parte de su vida malvive como reportero, aunque  inicia una cuesta abajo que parece no tener fin, y un desapego hacia la ciudad de Nueva York y lo que representa que probablemente se asemeje a la visión que nos quiere mostrar el autor.

 Y es que, aunque parezca un poco descabellado, quisiera mencionar un tercer personaje, que a mi modo de ver es la ciudad en sí. La veremos crecer, equivocarse una y otra vez, atraer a miles de personas con hermosas promesas para exprimirlas y acto seguido deshacerse de ellas. La visión que nos trae Dos Passos no es ni mucho menos una visión romántica de la expansión de Nueva York, sino que es una visión más realista que nos dejará un sabor amargo. Una ciudad en expansión llena de seres humanos con grandes aspiraciones que en algunos casos las superan y en otros fracasan, pero con el denominador común de vivir una vida que no sienten como propia y en la que la felicidad es prácticamente un tabú.

Este libro es sin duda el más reconocido del autor John Dos Passos (uno de los autores que formaron la denominada “Generación Perdida”), gracias al cual consiguió por un lado el reconocimiento de la crítica y por otro un notable éxito de ventas. De esa generación de artistas el autor logró adquirir tal vez las más notables características: el estilo rupturista, ese deseo de reinventar la literatura que Faulkner llevó hasta el límite y la profunda sensibilidad social, esa forma de intentar comprender las penurias del trabajador devorado por el sistema que tan bien plasmó John Steinbeck

Hace más de veinte años leí este libro, y desde entonces se convirtió en uno de mis favoritos. Es curioso cómo los libros adquieren diferentes tonalidades en la mente, y lo que me he encontrado en esta lectura dista mucho de la visión que tenía de él. Tenía una imagen más idealista, más amable, con personajes optimistas. Sin embargo, desde el principio he notado una visión más amarga, más cruda, más realista.


Es un libro en el que el autor no da concesiones al lector, más que el asistir a esa representación de la visión menos común de la realidad. El lector espera (y desea) durante gran parte del libro encontrar un hilo narrativo que le es escondido y mostrado a pequeñas dosis. 

Sin embargo, una vez que renuncia a ello, el libro crece a pasos agigantados y se convierte en ese tipo de libro del que se aprende al leer, y que una vez terminado crece y crece en nuestra mente.  Es un referente en cuanto a su estilo (imposible no deducir que nuestro Premio Nobel Camilo José Cela se inspiró en este libro para escribir su obra más notable, "La colmena"). No me cabe duda de que, dentro de unas décadas, cuando se hagan colecciones de libros del Siglo XX, “Manhattan Transfer” estará en cada una de ellas como lo que es, uno de los libros imprescindibles de dicha época. Y sí, por otros veinte años al menos será uno de mis libros favoritos.