Es muy complicado generalizar un
sentimiento que puede generar un hecho en un grupo de personas, cada una de
ellas con sus particularidades. Para cada uno de los padres del mundo la
paternidad ha de ser, probablemente, la mayor satisfacción de su vida, y el
momento en el que la vida se ve modificada para siempre, pasando a ser el eje
de cada uno de los pasos que se dan desde entonces.
Así como es difícil generalizar
ese sentimiento, también lo es el hacerlo con la forma en la que padres e hijos
tienen de demostrar su afecto, ya que tantas formas puede haber como familias
existen. Tal y como pasa con otras celebraciones, el Día del Padre se concibe
como el día en el que los hijos agradecen a sus progenitores los esfuerzos que
realizan para que sus descendientes inicien un camino vital con el menor número
de obstáculos posibles.
Como suele pasar con cada una de
las celebraciones, con los años adquieren un tinte un poco más comercial del
que fue concebido. Para conocer algún dato del origen del Día del Padre hemos
de remontarnos más de un siglo, concretamente al primer decenio del siglo XX.
Allí Sonora Smart Dodd intentó conmemorar el nacimiento de su padre, Henry
Smart, para homenajearlo por los esfuerzos que había realizado para educar a
sus seis hijos, tras el fallecimiento de su esposa en el parto del menor. Habló
con las parroquias locales para promocionarlos y al final entre todas ellas
concretaron una fecha.
Así, el 19 de junio de 1909 comenzó
una tradición que, poco a poco, fue haciéndose sitio en más y más pueblos.
Quince años más tarde bajo la presidencia de Calvin Coolidge se
institucionalizó la celebración, que pasaría a celebrarse el tercer domingo de
junio desde 1966. Esa fecha es usada por una gran cantidad de países desde
entonces.
En España, sin embargo, la
historia de esta celebración tiene un origen diferente. Una
profesora que desarrollaba su labor en un colegio de Vallecas, Manuela Vicente
Ferrero, contó cómo decidió iniciar esa celebración en su localidad. Y es que
tras ver cómo las madres recibían año tras año manualidades realizadas por los
niños para conmemorar el Día de la Madre, recibió los comentarios de varios
padres en los que le indicaban la ilusión que les haría a ellos recibir las
mismas atenciones. En ese momento decidió promocionar la celebración de un día
exclusivo para que sus alumnos dedicasen sus esfuerzos a recompensar el cariño
recibido de sus padres.
Decidió acogerse a una fecha muy
significativa en la religión católica, el día en el que se celebra la
onomástica del padre terrenal de la figura principal de dicha religión: San
José. Así, desde 1948 tanto los Josés como los Pepes (apodo que viene también
del padre de Jesús, al que se referían antiguamente como Padre Putativo –p.p.)
comparten la celebración con todos los padres españoles, y de algunos otros
países que se sumaron a celebrarlo cada 19 de marzo.
El primer año (1948) se celebró
simplemente en su escuela, pero al ver la buena aceptación que había tenido la
iniciativa Manuela aprovechó que publicaba algunos artículos en la publicación “Magisterio”
bajo el pseudónimo de Nely para extenderlo el año siguiente. Según ella mismo
dijo en una entrevista, había contestado a los padres “Yo no he inventado el
Día de la Madre, pero tengan por seguro que inventaré el Día del Padre”. A la
vista está que su empeño tuvo su recompensa.
Tal y como corresponde a la
página en la que nos encontramos, nos gustaría resaltar algunos de los
personajes que, por uno u otro motivo, merecen ser reconocidos como ejemplos de
paternidad. Como en la vida, podemos encontrar padres de todo tipo, cada uno
aportando algo de sí para personalizar esa relación paterno/filial.
Para comenzar, creo que nadie que
lo conozca rechazaría reconocer a Atticus Finch (el abogado defensor de un
hombre negro acusado de violación en “Matar un ruiseñor”) como un ejemplo de persona digna y con entereza, y sobre todo un
padre dedicado y ejemplar. Harper Lee consiguió con este personaje crear un
icono reconocible, y la magnífica interpretación de dicho personaje realizada
por Gregory Peck en la también fantástica película lo convierten en icono
también dentro de la historia del Cine.
Una relación padre/hijo también
inolvidable, aunque en esta ocasión de forma trágica, tenemos oportunidad de
visitarla en una de las novelas que probablemente se convierta en clásico: se
trata de la relación que mantienen los dos personajes sin nombre intentando
sobrevivir en un futuro apocalíptico en el que tan solo se tienen el uno al
otro en un medio tan hostil. En “La carretera” nos encontramos con un padre
absolutamente dedicado al cuidado de su hijo, y cuya historia probablemente sea
la obra cumbre (ojalá me equivoque y ésta esté por llegar) del interesante
autor Cormac McCarthy. El autor consigue
aislar esa relación de una forma magistral, enfrentándolos juntos al peligro
constante desde la primera hasta la última página.
Nos gustaría visitar ahora a Philip
Roth, otro de los autores más interesantes de los últimos años, Roth, autor ya
retirado de la publicación de relatos, consiguió el Premio Pulizter de
Literatura en 1997 gracias a su celebrada “Pastoral americana”, que forma parte
de la trilogía Americana. En ella Seymour “Sueco” Levov es un ejemplo para
todos sus vecinos y amigos, la viva imagen del eterno triunfador de las
películas norteamericanas desde adolescente: guapo y atleta de éxito, heredero
de una próspera fábrica, y casado con una simpática Miss y cuya vida es una
envidia para cualquiera.
La relación con su hija Meredith
es muy importante para mantener el equilibrio de tan idílica existencia; por
ello, cuando su hija decide oponerse frontalmente a sus creencias (en contra del
apoyo a la guerra de Vietnam), Levov inicia un descenso a los infiernos
intentando comprender la mente de su hija, lo que poco a poco va despojando de brillos a su vida
hasta convertirla en un completo vacío.
Como sabéis, hay miles de
ejemplos de padres en la Literatura, algunos de los cuales se han convertido en
inmortales, tal y como las relaciones que mostró William Shakespeare hace
cientos de años en Hamlet o el Rey Lear.
También encontramos padres que distan mucho de ser un ejemplo, como los que
viven en las páginas de “El resplandor”, de Stephen King, “Matilda”, de Roald
Dahl o “Room”, de Emma Donoghue.
Como decíamos al principio, es
difícil clasificar tantos sentimientos como produce el hecho de ser padre, de
engendrar una vida con la persona amada, aunque en las páginas de los libros
podemos encontrar muchos de esos sentimientos perfectamente plasmados.
Esperamos que os hayan entretenido estas líneas, y aprovechamos para desear un
feliz día a todos los padres que nos
lean.