En la Nueva York del Siglo XIX,
en el pujante barrio en el que se encuentra la conocida Wall Street, un abogado regenta su pequeño pero rentable
negocio, en el que además de él tiene contratados a dos copistas (escribientes
o amanuenses) y un chico de los recados. Dado la carga de trabajo que manejan
el abogado cree necesario contratar a otro escribiente que se sume a las tareas
de sus empleados: Nippers, Turkey y Ginger Nuts.
De ese modo nos es presentado el
personaje que centra el relato, que como su título indica es Bartleby. En
principio demuestra su gran capacidad para desarrollar el trabajo que se le
encomienda con meticulosidad y dedicación, con lo que el abogado comprueba
satisfecho el acierto que supuso su contratación.
Sin embargo, lo que se suponía
que sería un relato sobre la labor desarrollada en las oficinas de la época se
convierte en un momento dado en mucho más que eso. El cambio de actitud
repentino de Bartleby da paso a una curiosa sucesión de hechos y actitudes en los que el
autor intenta plantear unas preguntas para las que existen múltiples respuestas.
Como suele ocurrir en las obras que derrochan buena literatura, este libro nos
obliga a buscar en nuestro interior para intentar sacar conclusiones sobre
interrogantes tan acertados.
Esta narración, publicada en 1853,
probablemente tenga más originalidad que la mayoría de las actuales, y desde
luego el tiempo lejos de hacer que envejezca le da grandeza. Fue escrito por un
Herman Melville que se encontraba en horas bajas, ya que tanto su “Moby Dick”
como su posterior publicación fueron un fracaso entre los lectores y además
vapuleados por la crítica. Su ánimo decayó por esa época, lo que probablemente
influyó en la creación del personaje que nos ocupa.
“Bartleby, el escribiente” es un
libro que se puede recomendar sin ningún tipo de miedo, ya que todos los
lectores pueden encontrar entre su escaso número de páginas alicientes
suficientes como para que se haga un hueco en su memoria. A mi modo de ver no conviene
descubrir demasiados datos sobre el argumento; de ahí que me limite a ofrecer
una breve sinopsis ya que lo contrario podría truncar las sensaciones del nuevo
lector y eso, sinceramente, “preferiría no hacerlo”.