sábado, 2 de mayo de 2015

"El marino que perdió la gracia del mar", de Yukio Mishima

Ryuki Tsukazaki es el segundo oficial del buque Rakuyo. Es un hombre introvertido, que lleva toda la vida convencido de que el oficio de marinero, tan alejado de los convencionalismos de una vida en sociedad, es la forma más convincente de desarrollar su existencia. Siente desde adolescente que está destinado a realizar un indeterminado (en los hechos y en el tiempo) acto heroico, la “gloria”, y los largos tiempos en soledad que le proporcionan las guardias en su carguero le ayudan a pensar en ello.

Sin embargo, una vez han atracado en el puerto de Yokohama recibe la visita de la viuda Fusoku Kuroda, que desea cumplir el sueño de su hijo Noboru de visitar un gran carguero, y que desde siempre ha estado interesado en el mundo de la navegación. Entre Ryuku y Fusoku se inicia una relación amorosa que hará que se plantee abandonar su vocación, y con ello entablar una peculiar relación con un ciertamente hostil Noboru, quien en apariencia es un hijo ejemplar.


Mishima nos ofrece con su característica maestría una profunda visión de los aspectos más brillantes de las personas, de sus más íntimos anhelos, y al mismo tiempo nos ofrece la visión de los aspectos más oscuros. Nos muestra con una belleza inigualable en algunos pasajes y con una crudeza insuperable en otros cómo el hombre es capaz de construir y cómo es capaz de destruir.

El leer a Yukio Mishima  me suele traer a la mente la comparación entre la Literatura y la Cocina. Cuando vamos a un restaurante optamos a veces por una comida rápida que sacie nuestro apetito sin complicaciones, ya sea una hamburguesa o una pizza o similares; en ese caso me acuerdo de libros de éxito inmediato y contagioso que pronto se desvanecen en nuestro recuerdo. También optamos a veces por elegir restaurantes y platos de cierta calidad acorde a nuestros gustos; aquí sitúo los libros de nuestro género preferido y autores de renombre.

Por el contrario, hay cocineros capaces de ofrecernos platos sublimes, ya sea con ingredientes típicos o con platos innovadores. En este grupo incluyo a Mishima. Ese tipo de artesano es capaz de dotar a su trabajo de calidad y sorprendernos con cada uno de los matices que aporta a ello. Para poder disfrutarlo, hemos de estar predispuestos a preparar nuestros sentidos como merece el “plato” que vamos a degustar.

En el libro que nos ocupa, Yukio Mishima aporta como decíamos su toque a una historia dura, cruda, dotando a las páginas descripciones sublimes, de una hermosura casi inverosímil (es difícil dotar de una belleza mayor a un acto tan mundano como el momento en el que zarpa un buque, con el que cierra la primera parte del libro). También aporta elementos característicos de su carrera literaria como lo son la exposición de los valores tradicionales japoneses y su contraposición con la sociedad que le tocó vivir, y sobre todo la obsesión por la muerte (una muerte digna o heroica) que marcó la vida de Mishima y, por desgracia para nosotros como lectores, también su final. (puedes consultar la biografía de Yukio Mishima aquí)


“El marino que perdió la gracia del mar” es una novela publicada en 1963 (hay una versión cinematográfica estrenada en la década de los 70), y como la práctica totalidad de la obra del probablemente más reconocido escritor japonés, es un libro muy recomendable, aunque la dureza de la historia requiere que tengamos ciertas reservas en nuestro ánimo, y que, como decíamos antes, estemos dispuestos a aguzar nuestros sentidos para poder disfrutar del plato que nos ha preparado el genio nipón.

Es mi segunda lectura de este libro (la primera ya hace más de veinte años, y fue mi descubrimiento de Mishima) y es curioso cómo se ha ido modificando en mi memoria hasta convertirse en un libro muy diferente al que he leído hoy. Espero comprobar dentro de unos años si esta segunda lectura sufre el mismo proceso, ya que no me cabe duda de que habrá una tercera visita a la historia de Ryoki, Fusoku y Noboru.