jueves, 7 de agosto de 2014

John Steinbeck

John Ernst Steinbeck Junior nació en la localidad californiana de Salinas, en el condado de Monterrey (una localidad que sería el lugar de los hechos en varias de sus obras) el 27 de Febrero de 1902. Hijo del tesorero del condado John Ernst Steinbeck Senior, (que también fue propietario de una tienda de piensos)  y de una profesora de origen irlandés (Olive Hamilton), que inculcaría a John y a sus tres hermanas el amor por la literatura.

No tuvo una infancia de grandes lujos, aunque sí feliz, y ya desde joven hubo de emplearse en los más diversos empleos para subsistir, lo que afectaría decisivamente en su forma de escribir. Tras cursar sus estudios en su localidad natal de Salinas, logró matricularse en la prestigiosa Universidad de Stanford, más por dar una alegría a sus padres que por propia convicción. Sin embargo las dificultades económicas, a pesar de los trabajos que fue desempeñando, hicieron que no lograse graduarse, y hubiese de abandonar sus estudios.

En 1925, decidió trasladarse a Nueva York, buscando trabajo como escritor “freelance”. Logró que la publicación “New York American” se interesase por sus escritos y lo contratase, aunque fue una relación laboral de corta duración. Dichos escritos fueron recopilados y publicados veinte años después y pasaron a formar parte de un ensayo. En la ciudad neoyorquina también desarrolló una de sus múltiples facetas laborales, ayudando a la construcción del Madison Square Garden como empleado de construcción.

El de albañil es tan solo un ejemplo de las profesiones que hubo de ejercer. Entre otras funciones, desempeñó las de trabajador en una factoría de azúcar de Salinas, también de trabajador en ranchos (experiencia de la que surgiría una de sus mejores obras, “De ratones y hombres”), además de guarda en un criadero de peces, guarda forestal o mozo de un almacén en San Francisco.

Tras su fracasada aventura neoyorquina, vuelve a California en 1928, y allí conoce a la que sería su primera mujer, Carol Henning. El establecerse en una vivienda propiedad de sus padres, y no preocuparse por gastos le permite dedicarse a la escritura, y publica “La taza de oro. Una novela sobre Henry Morgan, el bucanero más famoso de la historia”, en la que mezcla historia, aventuras y fantasía, logrando una entretenida y curiosa novela de escaso éxito, y alejada de la maestría que demostraría en posteriores publicaciones.

Sus obras fueron tibiamente recibidas hasta “Tortilla Flat”, una novela contada en clave de humor en la que relata el día a día en su conocido Monterrey. Con ella lograría éxito de ventas, y el premio a la mejor novela californiana de 1935. En los años posteriores forja lo que sería la espina dorsal de su escritura, esa narración social, poniendo el foco en la clase más baja de la sociedad norteamericana, la que sufrió con más crudeza la Gran Depresión. 

Así, en 1937 publicó “De ratones y hombres”, y dos años más tarde publicó la que probablemente sea su obra cumbre, “Las uvas de la ira”, novela en la que una familia pierde sus tierras tras una mala cosecha, y ha de iniciar un viaje hacia el oeste, intentado sobrevivir como recolectores de naranjas. Con la publicación de este libro Steinbeck logró el premio Pulitzer, y además nos presentó a Tom Joad, personaje que con el tiempo (y con la ayuda de la excelente película homónima dirigida por John Ford) se convirtió en un icono en la lucha contra la opresión.

Sin embargo, en su época la publicación de “Las uvas de la ira” supuso una infinidad de problemas para el autor, siendo acusado de comunista, y sufriendo la ira de los sectores más conservadores de la sociedad norteamericana, llegando incluso a ser prohibida su publicación y quedamos sus libros. La animadversión que hubo de vivir le llegó incluso desde su localidad natal, Salinas, en la que fue durante años persona non grata. Como dice el refrán, "no hay mal que por bien no venga" y, una vez revocada la prohibición, muchos lectores abordaron ávidamente la lectura de este libro.

John Steinbeck tuvo durante la mayor parte de su vida relaciones amorosas poco satisfactorias, y tras el fracaso de su primer matrimonio se casó inmediatamente con Gwendolyne Conger, relación que no lo haría tampoco feliz, pero de la que nacerían sus dos hijos. Tampoco pudo evitar ciertos rumores que aludían a sus tendencias bisexuales, que tampoco se acallarían con su tercer y definitivo matrimonio (éste sí, feliz) con Elaine Scott, que se produjo en 1950 y que duraría hasta el fallecimiento del escritor, ocurrido el 20 de diciembre de 1968 en la ciudad de Nueva York, tras unas complicaciones coronarias.

Entre un hecho y otro (la consecución del Pulitzer y la muerte del autor) Steinbeck publicó una variedad de títulos, algunos de historia, algunos de viajes realizados, y colaboró en la escritura de algunos guiones de cine. La Segunda Guerra Mundial lo convirtió en corresponsal de New York Herald Tribune. Su polifacética carrera le llevó incluso a escribir discursos para políticos en varias campañas presidenciales. Para echar más leña al fuego sobre sus convicciones políticas, emprendió viajes por la Unión Soviética, con el afamado fotógrafo Robert Capa. También dedicó gran parte de sus esfuerzos a la que él vio como su gran obra, y de la que se sintió más orgulloso: “Al este del edén”. También nos dejó, entre otras, la deliciosa novela corta “La perla”.

El conjunto de su obra propició que le fuese otorgado el Premio Nobel de Literatura en su edición de 1962. Incluso tantos años después de su muerte, la impronta de este “artesano de la Literatura”, como a él le gustaba definirse, deja en nosotros un brillante realismo social y comprometido, con su recurrente crítica hacia el capitalismo más despiadado, que desgraciadamente puede considerarse en vigor en la actualidad. A pesar de los altibajos en su obra, y de la persecución a la que fue sometido por los sectores más conservadores, deja un legado imprescindible para nuestra generación y para las venideras.