sábado, 1 de junio de 2013

Plagio.

La línea que separa la inspiración de la copia ilegítima de un escrito es ciertamente fina, y más a menudo de lo conveniente es cruzada por autores de todos los géneros y épocas; también hay que destacar que hay ciertas similitudes entre los argumentos de algunos libros puede deberse a una simple casualidad.

Incluso varios de los más célebres escritores de la Historia de la Literatura se encuentran en la deshonrosa lista de acusados  de haber sumado a sus libros partes escritas por otras personas sin su autorización.

Así,  el escritor Mateo Bandello, cuya obra fue publicada en el siglo XVI, escribió la novela corta “Los amantes de Verona”, que sirvió de “inspiración” al poeta inglés Arthur Brooke. Haciendo gala de una costumbre de la época, William Shakespeare copió a su vez al poeta inglés, dando como resultado su célebre “Romeo y Julieta”. Se da la coincidencia de que Lope de Vega también se inspiró en la obra original de Bandello para formar su “Castelvines y Monteses”.





El autor italiano al que nos referimos no consiguió gran trascendencia gracias a la escritura de sus más de doscientas novelas cortas, (que fueron reunidas en cuatro libros), aunque el haber servido de fuente a dichos autores le reservó cierto hueco en la historia. Además de la mencionada obra de “Los amantes de Verona”, muchas otras novelas de Bandello fueron plagiadas por autores célebres, como Stendhal o Lord Byron, y algunos de ellos incluso tomaron prestadas ideas de sus obras con reincidencia, como el propio Shakespeare y sus “Mucho ruido y pocas nueces” y “Noche de reyes”.

En la época del prestigioso dramaturgo inglés, el plagio no estaba considerado tan sonrojante como hoy en día, y no existía el concepto de derechos de autor. Quizás por ello, se valoraba más el resultado final que la idea original, y Shakespeare usaba como “soporte” obras de San Juan de la Cruz, Petrarca, Santa Teresa de Jesús, Montaigne, Horacio… Se dice que sus obras más famosas están basadas en obras ajenas, como se da por hecho con su “Hamlet” (basado en la anterior “Historia de los daneses”).

Como decíamos, el concepto de plagio es relativamente moderno, y hace unos siglos el copiar textos, argumentos o personajes era un recurso más del escritor. De ello podría dar buena nota Miguel de Cervantes, ya que años después de la publicación de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, vio cómo apareció publicado el libro “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”.

Se sabe que el supuesto autor de dicho libro, que se apropia de los personajes y de la continuación de la historia del Quijote, es un seudónimo que, hasta hace bien poco, mantenía oculto al verdadero autor, del que ahora se sabe que era Jerónimo de Pasamonte, que compartió dos años de su vida como militar con el propio manco de Lepanto, coincidiendo incluso en la batalla en la que el autor quijotesco adquirió su apodo de manco.

Teniendo en cuenta que en el Quijote aparece un personaje llamado Ginés de Pasamonte, ladronzuelo y embustero, y que en las aventuras y desventuras de este personaje varias situaciones coinciden con los hechos vividos por Jerónimo de Pasamonte, comprenderemos que cierta enemistad surgió entre los dos escritores, y la posterior disputa literaria.

También se dice que Cervantes tuvo acceso al manuscrito del llamado “Quijote apócrifo”, el escrito por Avellaneda, y que en base a él evolucionó la historia para publicar su posterior y auténtico “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha” en tal medida que hay quien afirma que sin el Quijote Apócrifo no existiría la continuación creada por Cervantes. En otras palabras, se considera a lo escrito por Jerónimo de Pasamonte el pilar del segundo tomo. Una historia rocambolesca de enemistad y de publicaciones no autorizadas.

En los días en los que vivimos, no está ni mucho menos tan aceptado y asumido el clonar lo escrito por otra persona como propio. Como es lógico, el escritor famoso no es plagiado por lo arriesgado de tal acción, sino que suele ser el célebre el que hurta al desconocido.

Por ejemplo, el escritor superventas brasileño Paulo Coelho ha sido acusado (si no me equivoco no ha sido condenado) de valerse de otros escritores en numerosas ocasiones. El libro más conocido de Coelho, “El alquimista” se dice que no es más que la versión extendida del relato de Borges “Historia de los dos que soñaron”.


Hace unos años también fue acusado de copiar un artículo de una columnista colombiana del diario “El país”, de Cali. El propio autor reconoció que se había valido del artículo de la psicóloga Gloria Hurtado, aunque en forma de adaptación.

Es difícil llegar a la conclusión de si una acusación de plagio es o no verídica, o si se trata de una coincidencia y en qué medida se da dicha coincidencia. No cabe duda de que el lugar más adecuado para llegar a esa conclusión es un juzgado, y la persona que aclara tales hechos debe de ser el juez.

Arturo Pérez Reverte lleva aproximadamente unos diez años acudiendo a diversos juzgados por el mismo hecho: la acusación que sobre él hizo el cineasta Antonio González-Vigil de haber plagiado la obra “Corazones púrpura”, escrita por Vigil y Juan Madrid, para el guión de la película “Gitano”.

Se nos antoja que la contienda durará unos cuantos años más, ya que, tras haber logrado el escritor tres sentencias absolutorias, la Audiencia Provincial de Madrid le condenó a pagar 80.000 euros en concepto de indemnización. Por supuesto, dicha sentencia fue inmediatamente recurrida y se conocerá el resultado de la apelación próximamente.

En la misma situación pendiente de una sentencia judicial se encuentra la autora María del Carmen Formoso, que el 2 de mayo de 1994 presentó su manuscrito “Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia)” a la editorial Planeta para intentar conseguir el ansiado premio literario que otorga anualmente dicha editorial (entrada sobre los premios Planeta aquí). El 30 de junio de ese mismo año Camilo José Cela entregó el manuscrito de la obra con la que optó al mismo galardón, y que, de hecho consiguió ese mismo año. Se trataba de “La Cruz de San Andrés”, que al parecer guarda grandes coincidencias con la obra de Formoso.

La acusación de plagio es muy extendida en los últimos tiempos, y ya sea con o sin razón, muchos autores son acusados de vulnerar los derechos de autor a lo largo de su carrera. Incluso genios como Pablo Neruda o Saramago se encuentran en la lista de nombres manchados por cometer supuestamente un acto tan mal visto en la actualidad, y que realmente es muy difícil de probar.