viernes, 1 de marzo de 2013

Vidas laborales


En la profesión literaria raro es el caso en el que el autor consigue dedicarse en exclusiva a escribir sus obras. Es más, resulta extremadamente difícil encontrar entre los escritores de más éxito alguno de ellos que no haya abandonado en su momento otra u otras profesiones antes de poder vivir de su producción literaria.

Entre las labores que desarrollaron conocidos escritores, nos encontramos con profesiones de todo tipo,  e incluso algunas de ellas relacionadas con la escritura, aunque  otras nos van a resultar más sorprendentes e incluso algo más rocambolescas.


 Uno de los oficios de los que, apelando a la lógica, se nutre la cantera de la escritura, es el periodismo, oficio que ejercieron una buena cantidad de autores, acostumbrados ya al trato de la palabra escrita. De entre ellos podemos acordarnos del reportero y corresponsal de guerra Ernest Hemingway, trabajo que le permitió viajar por gran parte de Europa, siendo conocida su corresponsalía en la Guerra Civil Española. El carismático autor estadounidense, poseedor de un carácter inquieto, desarrolló a lo largo de su vida además de su labor como periodista otros papeles menos evocadores como el de sparring de boxeadores, o  su labor voluntario de la Cruz Roja italiana en la Primera Guerra Mundial.

Dentro de la profesión de periodista, la rama que suele ser más atractiva es la que desarrollan los corresponsales de guerra; por poner un ejemplo cercano es difícil encontrarnos en España a alguien que no recuerde las conexiones que nos ofreció Arturo Pérez-Reverte durante más de veinte años, siendo la voz de los conflictos de países como El Salvador, Nicaragua, Sudán, Bosnia, etc.


También un genio de la Literatura como Gabriel García Márquez, a pesar de cursar estudios de Derecho, comenzó su carrera como columnista y reportero en publicaciones como “El Universal”, “El Heraldo”, o “El espectador”.  

Además de ellos, el gran Miguel Delibes terminó siendo Director de la publicación “El Norte de Castilla”, no sin antes haber pasado por puestos de menor responsabilidad, como Subdirector, Redactor y en sus inicios, algo ciertamente poco conocido, como ni más ni menos que dibujante de caricaturas.

Otra de las profesiones más propicias para sacar a relucir las dotes literarias, a tenor de la cantidad de buenos escritores que surgieron de tan noble arte, es la docencia. Conocidos son los casos de Julio Cortázar, que recorrió gran número de Escuelas y Universidades argentinas ejerciendo dicha profesión.

También compartió profesión con el autor de origen belga Antonio Machado, que tras haber ejercido oficios como traductor para la Editorial Garnier (y en otros tiempos como actor) consiguió el puesto de profesor de Francés en el Instituto de Segovia. Seguiría ligado a la enseñanza, incluso hasta su muerte, ya que, habiendo sido ocupada la ciudad de Barcelona por las tropas franquistas, Machado inició una huida que culminó con su muerte a las pocas semanas en un hotel en Colliure (Francia).  Al día siguiente de su entierro, fue recibida una carta enviada desde la Universidad de Cambridge en la que le era ofrecida una prometedora cátedra que nunca llegó a disfrutar.

Entre otros escritores que se dedicaron a instruir a sus alumnos podemos incluir a Stephen King, quien en sus primeros años como adulto ejerció de profesor a tiempo en la Hampdem Academy, lo que le proporcionaba un nivel de vida tan humilde que no le daba más que para vivir en una caravana con su familia. Aunque su profesión frustrada era la enseñanza, durante esos años tuvo que subsistir también como bedel en un instituto. 

En una afortunada coincidencia se encontraron en la Universidad de Oxford al contar entre los maestros de Lengua Inglesa simultáneamente con C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, compañeros y amigos, y que compartían una desbordante imaginación que les llevó a publicar las sagas de “Las crónicas de Narnia” y “El Señor de los Anillos”.

En un puesto de trabajo similar al de los anteriores encontramos el caso de William Faulkner, que fue contratado por la Universidad del Mississippi. Aunque bien es cierto que Faulkner se encargab a del reparto de cartas y publicaciones, empleo que perdió debido a su costumbre de leer las revistas antes de entregarlas, y sus habituales retrasos por quedarse dormido a la hora de comenzar su labor.

El autor de uno de los libros más celebrados del siglo pasado, James Joyce, también tuvo sus años de maestro de Lengua Inglesa tanto en el extranjero (Croacia e Italia) como en su Irlanda natal. Sin embargo, Joyce había logrado y ejercido la carrera de Medicina, que abandonó para llevar una vida un poco más bohemia como pianista y cantante. En un intento de sentar la cabeza decidió invertir su dinero y abrió la primera sala cinematográfica en Dublín, negocio que pronto fracasó, por lo que hubo de regresar a la enseñanza, tarea que alternaría con la que lo hizo pasar a la historia como uno de los autores más prestigiosos.

Tal vez se deba al carácter propio de los escritores o escritoras (si es que lo hubiese), pero vemos que muchos de ellos realizaron trabajos de lo más variopinto. Uno de los ejemplos más curiosos es el del pintoresco Mark Twain, que ejerció labores tan diferentes entre ellas como resultan las de impresor, tipógrafo, capitán de los característicos barcos de vapor que surcaban el río Mississippi, periodista, y por último minero en una mina de plata en Nevada. Tiene sin duda una biografía digna de ser visitada. 

Al igual que muchos de sus colegas, trabajó como periodista y reportero Charles Dickens, que tuvo una azarosa vida en la que además ejerció funciones de taquígrafo y pasante, aunque el primer puesto de trabajo que le reportó un sueldo en su vida fue en una fábrica de betún.

Es igualmente digna de ser mencionada la vida laboral del autor estadounidense Jack Kerouac. Tras entrar en la prestigiosa Universidad de Columbia gracias a una beca deportiva, y abandonarla tras perder dicha beca, Kerouac decidió trabajar en la Marina Mercante. Tras ello, para lograr subsistir, uno de los miembros más representativos de la llamada Generación Beat trabajó como encargado de una gasolinera, como guardia nocturno, como bombero, también como lavaplatos en varios restaurantes, además de recolector de algodón y ferroviario. Desde luego, su vida estuvo llena de experiencias dignas de ser narradas.

Evidentemente todas las profesiones tienen la misma carga de dignidad. Además, como decíamos en las primeras líneas, es ciertamente difícil toparnos con un escritor cuya única profesión sea la de artista  de las palabras, y casi imposible encontrar a uno que esa fuese su única profesión en toda su carrera. Para recordar a uno de los autores más queridos en esta página, recordaremos que John Steinbeck colaboró en la construcción del Madison Square Garden como albañil, guardia forestal, o trabajador de diversas factorías.

Espero que haya sido una agradable visita a la vida profesional de algunos de los mejores escritores que nos ha dado la Literatura. Creo que un buen modo de despedirse sería el recordar en este momento las palabras de Antón Chèjov, dramaturgo ruso (y médico de profesión), al referirse a sus actividades:

“La medicina es mi esposa legal; la literatura, solo mi amante”.