miércoles, 24 de octubre de 2012

"El gran Gatsby", de Francis Scott Fitzgerald.

Comencé la lectura de este libro atraído por varios personajes literarios que describen esta novela como su libro de cabecera; entre ellos se encuentran Toru Watanabe y Midori, personajes de “Tokio blues”, una de las novelas primordiales de Haruki Murakami, y por supuesto Holden Caulfield, protagonista de “El guardián entre el centeno”, y del que se dice que sin Nick Carraway no existiría Holden…

El narrador del relato es el mencionado Nick Carraway, un joven procedente de una rica familia del Medio Oeste estadounidense, que se traslada a vivir a Nueva York, ciudad en continuo auge y que ejerce una gran fuerza de atracción hacia los hombres de negocios de todo el mundo.

Nick alquila una pequeña vivienda en una zona privilegiada de la ciudad, desde donde puede acudir a visitar a su prima Daisy, una agradable miembro de la alta sociedad neoyorquina. Daisy es la esposa de Tom Buchanan, un antiguo ídolo del Fútbol Americano, hoy hombre de negocios. Nick nos narra cómo va acoplándose a la vida de la zona, e incluso cómo va surgiendo su amor hacia Jordan Bates, una jugadora de golf amiga de Daisy…


Tal y como el título de la obra nos sugiere, el tema central de la novela es el interés que surge en el propio Nick por la identidad de su enigmático vecino, Jay Gatsby. Gatsby es lo que podríamos llamar un nuevo rico, que pone todo su empeño y grandes medios en organizar a diario las mejores fiestas que se recuerden en la zona. A estas celebraciones en las que no falta de nada acude lo más granado de la “beautiful people” de la zona, y en ellas hay un derroche de música, champagne, y medios ilimitados.

Tras una primera parte del libro en la que Fitzgerald, deliberadamente, nos hace creer que no va a ser más que un mero expositor de la clase alta de los años 20, vemos cómo va naciendo la amistad entre Nick y Gatsby, y junto a nuestro protagonista vemos cómo se nos va desgranando poco a poco la vida anterior de Jay, y con ello los motivos por los que intenta hacerse el miembro más popular de la sociedad.

A partir de ahí, los hechos van sucediéndose ante nosotros,  unos hechos que van desmitificando y poniendo en cuestión seriamente las vacías vidas de los personajes, y también podemos observar una notoria denuncia de la fragilidad de las relaciones entre los mismos.

La medida del impacto que tiene la obra nos lo insinúa Francis Scott Fitzgerald, ya que presentó el manuscrito de “El gran Gatsby” a su editor como “La gran novela americana”. Puede que no estuviese muy equivocado, ya que la forma de describir el auge y caída del sueño americano, y la vacuidad de tal sueño siguen siendo ejemplarizantes. Sin embargo, a pesar de las buenas críticas recibidas por el entonces prometedor autor estadounidense no se correspondieron con las ventas de esta obra. Hubo de esperar a que, una vez fallecido, la obra se haya convertido en el icono que hoy es.

El autor, que se encuentra entre los escritores que forman la llamada “Generación Perdida” americana, pasó unos años en Europa, en donde se empapó de la ruptura con las estructuras convencionales de autores como James Joyce. Al contrario que los demás miembros de dicha generación, decidió no emplear una estructura revolucionaria para la narración, sino que quiso escribir  “algo nuevo, algo extraordinario y bello, algo simple e intrincadamente estructurado”.  Creo que lo consiguió, ya que detrás de una estructura simple se esconde una maravillosa tragedia griega, así como una devastadora crítica al materialismo, desgraciadamente protagonista casi un siglo después.

"El gran Gatsby" es desde entonces una obra que hay que visitar. Cada generación descubre en sus páginas motivos que la convierten en una de las novelas preferidas de muchos lectores durante las últimas décadas. Yo me incluyo entre esos lectores, ya que e parece un libro imprescindible, con un personaje al que es fácil tomar cariño, Nick, que posee una integridad ejemplarizante, y que tiene unos valores difíciles de quebrar. Sirvan de ejemplo las primeras frases de la novela:

“En mi primera infancia, mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza: “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien”, me dijo, “ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas”